Había pregones para todas las estaciones y todo el año como los del Sordo; << El globeeeeero, se compran botellas, metales y hueesooos >>. Los de invierno eran los de Juan el piconero, que llevaba los sacos con picón y cisco para el brasero, que nosotros llamábamos copa, en un carro cerrado por un toldo gris y tirado por un borrico con cascabeles.
<< Traigo cisco y picooooón, pal´anafe, la copa y la hosnilla y traigo carbón de retama y encina. >> Recuerdo de Juan sus manos y su cara, siempre negras como su producto, su reposado hablar y que siempre iba en camisa y con un saco por la cabeza cuando llovía. De la primavera recuerdo al lañador, que reparaba, como decía en su pregón, paraguas, lebrillos, tinajas, cántaros, hacía soldaduras de estaño, ponía remaches en los cacharros de aluminio... Un verdadero artista. No había pieza rota que el paragüero no pudiera arreglar; me encantaba con qué cuidado hacía los pequeños agujeros en los pedazos rotos de un lebrillo para ponerle las lañas que previamente había calentado con una lamparilla de fontanero, y el mimo exquisito, como si fuera un ritual casi religioso, con que trataba los paraguas, bien para arreglar una varilla o para encerar la tela. Cuando terminaba, recogía sus bártulos y marchaba de nuevo por el Camino de la Cruz con su pregón. << El paragüeeeeeroooooooo, se lañan tinajas y lebrillos, se arreglan paraguas, se suerda y se estaña, el paragüeeeeeerooo >>. En el verano llegaba el << Tío >> de las arropías y de los pirulí, ese caramelo pringoso que yo comía con papel porque no se si se comía así, o porque era incapaz de sacármelo ; siempre venían de La Habana y vestía todo de blanco con gorro incluido. Y de verano era también el barquillero, que por una << perra gorda >> - diez céntimos- te dejaba tirar en la remolina que coronaba su gran bombo de metal, y si tenía suerte y no te tocaba el uno, por cualquier otro número te tocaba dos, y cuidadito con protestar, porque si no te tocaba uno. Todos le pedíamos alguno de regalo, y cuando en el Puente de la Casería llevaba vendidas más de cinco pesetas, con gran solemnidad, habría la caja de los barquillos y nos daba un barquillo a cada uno de los pedigüeño que formábamos su cortijo. Esos barquillos si que estaban ricos, tan doraditos, tan crujientes, con ese olor penetrante de la canela, y hasta caliente, porque la hora de pasar eran las tres o cuatro de la tarde.
chirigotero es verdad lo que cuentas que tiempo aquellos no teniamos nada pero eramos mas felices que ahora que tenemos de todo siges con tus articulos tan bonitos y entrañable saludos para ti la pequeña cofrade y la secretaria eficiente besos
ResponderEliminarun articulo de recuerdos ni el blog del ayuntamiento ni de muchos de historias de la isla lo tienen
ResponderEliminarmuy bien este articulo de los pregones espero que recuerde tanto personaje de la isla
ResponderEliminaryo recuerdo a Juan el piconero tan tiznado como lo describe, el paraguero, el piruli, todos recuerdos de antaño que nos hace recordar nuestra tierna infancia el barquillero etc. me encantan los oficios antiguos y sus pregones, felicitaciones v. chirigotero, saluditos para todos en general.
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